San Ambrosio

Nació en Tréveris, entre los años 337 y 339, en una familia aristocrática. Siendo joven se trasladó a Roma, donde, en la Navidad del 353, su hermana Marcelina recibió del papa Liberio el velo de las vírgenes. Estudió retórica, y alrededor del 370 fue nombrado gobernador del Norte de Italia, con residencia en Milán. A la muerte del obispo arriano Augencio, los católicos y los arrianos se disputaron el derecho a elegir su sucesor. Inesperadamente, Ambrosio fue proclamado obispo por ambos grupos, siendo aún catecúmeno. Recibió el bautismo y una semana más tarde (el 1 de diciembre de 373) fue consagrado obispo. Ambrosio donó sus posesiones a los pobres y a la Iglesia, y se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras, de los santos padres griegos y de autores paganos y hebreos (especialmente Filón y Plotino). El estudio, la meditación de la Palabra de Dios y la oración, fueron la fuente de su actividad pastoral y su predicación. Mantuvo relaciones con los emperadores bizantinos de su tiempo. Combatió los errores dentro de la Iglesia, convocando sínodos en diversos lugares. Intensificó su actividad espiritual y reformó el clero de Milán. Aun encontró tiempo para escribir sobre distintos temas. Durante uno de sus viajes pastorales, Ambrosio cayó enfermo. Falleció el 4 de diciembre del 397. Los escritos ambrosianos son un fiel reflejo de su inmensa actividad pastoral, social, política, espiritual y doctrinal. Dejó obras, cartas, discursos, himnos, que se pueden clasificar en exegéticos, apologéticos, morales, ascéticos, dogmáticos, sacramentales, litúrgicos, etc.

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